A pesar de la precoz industrialización de la Comarca de Proaza, la penuria económica se mantuvo a lo largo de más de un Siglo, hasta los años Ochenta del S. XX. La mayor parte de los pueblos y aldeas de la comarca del Proaza, vivían prácticamente igual que hace 500 años (Edad Media). Tener en cuenta que la única vía de comunicación rodada que existía era este ferrocarril y la carretera paralela que discurrían por el fondo del valle; además de la calzada romana que por el alto de la cordillera, daba continuación a la “Vía de la Plata” hasta los ya mencionados puertos de S. Esteban y Gijón, pero que por siglos de descuido, no era útil para el tráfico rodado. El resto de la Comarca estaba prácticamente incomunicada, debido a la agreste orografía que la conforma; enclavada en plena Cordillera Cantábrica y formada por profundos valles y escarpadas montañas.
Sin carretera de acceso, sin agua (ni caliente ni fría) sin Teléfono, sin Luz; barrizales por calles, conocidas en Asturias como Llamuergas que hacían imprescindible el uso de madreñas. Muchos vecinos vestidos con harapos, remiendo sobre remiendo; condiciones higiénicas deplorables (en el año 1979 me acompañaron en una visita a un pueblo de Proaza, que prefiero no citar por si algún vecino se molesta, varios periodistas de La Nueva España, La Voz de Asturias y el Diario Región y, cuando bajaron del coche sus comentarios nos comparaban con países del Tercer Mundo). Muchos casos de Malnutrición, Bocio, raquitismo, etc.
En pocas palabras, penuria económica; mineros con trabajos penosos, salarios miserables y silicosis asegurada (hasta que en 1970 se creó el Instituto Nacional de Silicosis en Oviedo, que fue referencia singular a nivel mundial) agricultura y ganadería de subsistencia; con apenas pensiones por falta de cotización.
En la década de los 60, coincidió el final del ferrocarril minero con la importante industrialización del centro de Asturias (ENSIDESA, UNINSA, HUNOSA, etc.) lo que originó una emigración masiva de población, hacia la zona central asturiana (Avilés, Gijón, Langreo, Mieres, etc.) diezmando la población de la comarca, especialmente de gente con capacidad productiva. Allí sólo quedaron ancianos, personas de poco empuje y, algunos pocos comerciantes e industriales que rápidamente entraron en decadencia.
Según la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales y el Instituto Nacional de Estadística:
Al principio de los años 90 del pasado Siglo apenas quedaban industrias, comercios o cualquier tipo de negocio que aportase algún salario en compensación a un empleo.
La agricultura había desaparecido y, los pocos ganaderos que subsistían, lo hacían gracias a las indemnizaciones por daños de la fauna salvaje, del Gobierno autónomo y de los seguros agrarios; así como de las subvenciones oficiales por un sinnúmero de conceptos. Por tanto, el más importante recurso económico de la comarca y sus vecinos, procedía de las pensiones de la Seguridad Social; lógico por otra parte debido al envejecimiento exagerado de la población. Un dato curioso es, que justamente los cuatro ayuntamientos de nuestra comarca, tienen la población más envejecida de Asturias.
En consecuencia, no es de extrañar que cuando nos hablaron del turismo rural como alternativa económica, todos echáramos manos a la cabeza, ante lo que nos parecía un gigantesco dislate.
Pues bien, unos años después es una realidad latente y la única opción económica viable de los Valles del Oso; y por supuesto la actividad productiva que más factura y en la única que se producen inversiones.